La bala roja, Guillermo Gorostiza, nació en Santurce en el año 1909 y falleció en el 1966 pasando por ser uno de los jugadores más emblemáticos del Valencia en su historia. Dejó la escuela muy pronto para trabajar y su primer equipo fue el Arenas Club de Getxo. Antes de cumplir 20 años ya se había escapado a Argentina por las diferencias que tenía con la directiva del Arenas y fichó después en el año 1929 por el Athletic de Bilbao para jugar cedido en el Racing Club de Ferrol durante esa temporada por el servicio militar. En el equipo vasco se quedó once años, con la guerra mediante, en la que desertó de las filas republicanas para incorporarse al Frente Nacional en plena campaña del Norte por su ideología carlista. Formó parte de su potente delantera y con este club conquistó en cuatro ocasiones el torneo de Liga y en otras cuatro el de Copa. Además consiguió dos veces el trofeo Pichichi al marcar diecinueve goles en la temporada 1929-30 y doce en la 1931-32, siendo internacional en diecinueve ocasiones, cifra inmensa para la época, y único titular del año 1936 que repitió puesto en el primer partido de la postguerra. Pero en el año 1940 fichó por el Valencia y aquí ganó dos ligas y un Campeonato de Copa formando parte de la famosa “delantera eléctrica” junto con Epi, Amadeo, Mundo y Asensi y fue el jugador que marcó el gol número 500 del Valencia en Primera División. En aquellos tiempos se le denominó el “bala roja”, un extremo veloz e ingobernable que poseía un látigo en cada pierna y otros tantos recursos que le convertían en letal. No era alto pero derribarle era toda una proeza.
Por eso a los 31 años Colina fue a por él y, tras una dura negociación ya que el jugador se amparaba en sus negocios de ferretería para no irse de Bilbao, vino a Valencia listo para convertirse en el líder de la joven “delantera eléctrica”. Este era un Gorostiza menos veloz y espectacular pero una verdadera enciclopedia de fútbol que imponía un respeto supersticioso a los defensas y conservaba dos cañones de precisión pues sus derechazos hacían tanto daño como sus disparos con la zurda. Pero su personalidad bohemia y anárquica le fue llevando hacia el alcoholismo sin afectar demasiado en su juego. En varias ocasiones salió a jugar manifiestamente bebido hasta el punto en que en un Valencia – Sevilla la gente se burló de él coreándole su adicción por haber dado una patada al suelo en el lanzamiento de un penalti. Gorostiza, personaje genial, se resarció marcando los cuatro goles del 1 – 4 del resultado final. En el año 1946 fichó por el Baracaldo, y en el 1948 se marchó al Logroñés para alternar funciones de jugador y entrenador. Se retiró finalmente en el equipo asturiano del Juvencia de Trubia.
De su vida azarosa y complicada se dice que desaparecía en muchas ocasiones durante días para volver a aparecer minutos antes de cada encuentro con las botas bajo el brazo. Además ordenaba que mandaran facturas al club de compras de trajes que allí descontaban de su sueldo. En total jugó 257 partidos en Primera División en los que anotó 185 goles y recibió en el año 1951 un merecido homenaje en Bilbao. Cuando falleció a los 57 años de edad en el Sanatorio de Tuberculosis de Santa María se encontró una pitillera regalada por Luís Casanova con esta dedicatoria; "Al mejor extremo izquierdo del mundo de todos los tiempos”. Y es que lo emocionante de esta anécdota es que a pesar de las dificultades económicas que tuvo en el final de su vida, nunca se desprendió de ella. Mostramos la viñeta de un cómic , una fotografía en que aparece con otros jugadores del Valencia cuando ya tenía un aspecto deteriorado y un cartel de su participación el el film Campeones. Poco antes de fallecer apareció en el documental Juguetes Rotos en el que se narraba en olvido de las estrellas tras su éxito en los terrenos de juego...
Emotivo documental sobre Gorostiza.
Por eso a los 31 años Colina fue a por él y, tras una dura negociación ya que el jugador se amparaba en sus negocios de ferretería para no irse de Bilbao, vino a Valencia listo para convertirse en el líder de la joven “delantera eléctrica”. Este era un Gorostiza menos veloz y espectacular pero una verdadera enciclopedia de fútbol que imponía un respeto supersticioso a los defensas y conservaba dos cañones de precisión pues sus derechazos hacían tanto daño como sus disparos con la zurda. Pero su personalidad bohemia y anárquica le fue llevando hacia el alcoholismo sin afectar demasiado en su juego. En varias ocasiones salió a jugar manifiestamente bebido hasta el punto en que en un Valencia – Sevilla la gente se burló de él coreándole su adicción por haber dado una patada al suelo en el lanzamiento de un penalti. Gorostiza, personaje genial, se resarció marcando los cuatro goles del 1 – 4 del resultado final. En el año 1946 fichó por el Baracaldo, y en el 1948 se marchó al Logroñés para alternar funciones de jugador y entrenador. Se retiró finalmente en el equipo asturiano del Juvencia de Trubia.
De su vida azarosa y complicada se dice que desaparecía en muchas ocasiones durante días para volver a aparecer minutos antes de cada encuentro con las botas bajo el brazo. Además ordenaba que mandaran facturas al club de compras de trajes que allí descontaban de su sueldo. En total jugó 257 partidos en Primera División en los que anotó 185 goles y recibió en el año 1951 un merecido homenaje en Bilbao. Cuando falleció a los 57 años de edad en el Sanatorio de Tuberculosis de Santa María se encontró una pitillera regalada por Luís Casanova con esta dedicatoria; "Al mejor extremo izquierdo del mundo de todos los tiempos”. Y es que lo emocionante de esta anécdota es que a pesar de las dificultades económicas que tuvo en el final de su vida, nunca se desprendió de ella. Mostramos la viñeta de un cómic , una fotografía en que aparece con otros jugadores del Valencia cuando ya tenía un aspecto deteriorado y un cartel de su participación el el film Campeones. Poco antes de fallecer apareció en el documental Juguetes Rotos en el que se narraba en olvido de las estrellas tras su éxito en los terrenos de juego...
Emotivo documental sobre Gorostiza.