25 de julio de 2016

Enrique Saura, pundonor valenciano que le llevó a la capitanía.

Enrique Saura personifica en la historia del Valencia C.F el pundonor del que se deja la piel en cada jugada. Nacido en Onda,  se formó en las categorías inferiores del CD Castellón debutando en el primer equipo, que entonces militaba en Segunda División. Su buena trayectoria hizo que el Valencia lo incorporara a su equipo e n octubre de 1975 con la temporada ya empezada. En ese año realizaba el servicio militar y se dice que su aspecto distaba mucho del de un jugador de fútbol al uso. Así, cuando fue a jugar a San Mamés se topó con un vigilante escrupuloso que no le dejaba pasar pues no creía que fuera jugador del Valencia. Era un jugador que destacaba por su gran capacidad de lucha y sacrificio, si bien su escasa estatura y corpulencia o cuerpo eran un problema para él. Esto provocó que escorara su juego hacia la banda derecha y eso le convirtió en un futbolista desequilibrante de gran nivel. Como su virtud no estaba en centrar con precisión se especializó en trazar diagonales que podía finalizar con disparos secos pero certeros. Su carisma y entrega, junto a una valencianía que siempre ha ostentado con orgullo le hicieron en el capitán ideal del Valencia CF durante numerosos años. Al final de la temporada 1984-85, salvándose de la tragedia que iba a vivir el club en la temporada siguiente y tal vez de una manera precipitada con 31 años y con un club agobiado por las deudas, el Valencia CF prescindió de sus servicios, volviendo a sus orígenes dónde disputó otras tres temporadas más. En su retiro se dedica a la industria azulejera y la agricultura.

Su bagaje ejemplar  se muestra con números admirables: diez temporadas en el Valencia antes de marcharse al Castellón, 37 goles, una Copa del Rey, una Recopa de Europa y una Supercopa que recogió como capitán, 23 internacionalidades disputando la Copa Mundial de Fútbol de 1982 y anotó el gol que otorgó a España la victoria en el trascendental partido ante Yugoslavia. Las lesiones le respetaron y era un jugador tan polivalente que pudo jugar en cualquier puesto del campo promediando 30 encuentros jugados por temporada. Como nota graciosa, dijo que Carrete y él se escondieron detrás del banquillo en la tanda de penalties de la final contra el Arsenal de la Recopa de Europa  porque no querían tirar el penalti decisivo. Por suerte le tocó a Arias y marcó. Con pocas amonestaciones, sólo una vez le expulsaron y fue contra el Barcelona en un enfrentamiento con Cruz. Finalmente, tuvo su merecido partido de homenaje contra el Peñarol un 26 de agosto de 1985 con empate a cero goles.